Un juego mortal by Tim Svart

Un juego mortal by Tim Svart

autor:Tim Svart [Svart, Tim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2017-07-01T00:00:00+00:00


TREINTA Y UNO

A pesar de la insistencia de su compañera, Karre no había abierto la boca a lo largo de todo el trayecto. Estaba sumido en sus propios pensamientos. Le habían entrado arcadas cuando la voz del centro de operaciones les había dado la dirección. Por dos veces se había visto tentado a parar en el arcén, salir y vomitar, pero gracias a una voluntad de hierro había convencido a su estómago de conservar su contenido. Al menos de momento.

Viktoria, que no era capaz de interpretar el comportamiento de su superior, sí aceptó que no hubiera contestado a ninguna de sus preguntas y que ella siguiera sin tener ni idea de a dónde iban ni qué o quién les esperaba. La pregunta de si debía avisar a Karim o a Götz no recibió más que una muda negación con la cabeza.

Aparcó el coche en la acera delante de la casa. Era evidente que eran los primeros. Aparte del coche patrulla de los colegas, que habían sido los primeros en ser llamados a la escena, no había nadie más. Karre saltó del coche y subió corriendo hasta el ático, con Viktoria pisándole los talones.

Una joven policía uniformada los interceptó en la puerta de la vivienda. Mientras estaba buscando sus credenciales, se fijó en que el suelo alrededor de los pies de la agente estaba mojado. Además, el cuero de sus botas mostraba un borde más oscuro. Resultaba obvio que hacía poco había metido los pies en agua.

—En el cuarto de baño —explicó, como si le hubiera leído la mente a Karre, a la vez que controlaba las identificaciones de los recién llegados.

—Ok —dijo Karre sin más y entró.

El piso era pequeño, pero acogedor, decorado con gusto por el detalle. Los tonos pastel de las paredes le daban un toque de luz y alegría al pasillo. De las paredes colgaban numerosos cuadros. En parte reproducciones de artistas famosos, en parte instantáneas enmarcadas, seguramente de los amigos y la familia. Karre, que no era muy versado en pintura, reconoció, sin embargo, una reproducción de Salvador Dalí que, si mal no recordaba, llevaba el título de La jirafa en llamas.

—Hemos cerrado el agua —los recibió otro agente de uniforme—. Lo demás lo hemos dejado tal como lo hemos encontrado.

Karre saludó brevemente y presentó a Viktoria y él mismo. Prefería encontrarse en las escenas del crimen con la policía urbana, con colegas con los que ya había colaborado en alguna que otra ocasión. Colegas que sabían cómo manejar la información que encontraban por casualidad y de los que podía estar seguro de que no contaminarían sin querer el lugar.

Al agente de unos cincuenta años de edad, a ese no lo conocía, pero al menos no era Becker.

—¿Cómo han entrado? —Karre se fijó en que las botas de este agente estaban todavía más mojadas que las de su colega de menor edad.

—Nos dejó pasar el conserje. Vive en el bajo y es el que se encarga de las viviendas de aquí y del edificio de al lado.



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